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pluma. Alguien, cuya opinión me merece respeto, me decía des- pués de conocer el plan de mi poema: Porqué no personificar 254 J UAN ZORRI LLA DE SAN MARTÍ N la raza en una mujer? No sería ello más fácil, más verosímil y más conducente al propósito fundamental de la obra. ? No; debí personificarla en un hombre casi imposible, como pude haberla encarnado en una fiera no clasificada por los sabios, y que, a pesar de ser fiera, nos inspira compasión, y hasta amor y ternura. No es hermosa la ternura humana puesta en un tigre ago- nizante? No es posible? Y si se consigue despertarla, ¿no puede llegar a ser original? La fiera raza charrúa, aun para pedir la lágrima de compa- sión, debía presentarse encarnada en Tabaré y no en Liropeya, la virgen salvaje de nuestra leyenda indígena. Era imposible que al asomarse el poeta al abismo en que duerme la estirpe indómita el sueño de la tierra, que al lla- marla a gritos desde el borde lejano, le hubiese contestado desde el fondo una voz de mujer. Eso hubiera sido acaso el idilio salvaje, la leyenda vestida de plumas de colores. Yo llamaba a la epopeya. Quién me ha respondido, no lo sé. He escrito la respuesta en este libro. La epopeya! Oigo clamar al tratadista de retórica y poética. La epopeya, con un salvaje obscuro por protagonista y con un caserío y una selva por teatro. ¡La epopeya en verso aso- nantado y sin octavas reales! Oh, adoradores de las venerables tradiciones de forma! Yo que Venero al viejo padre Homero; yo que no concibo el arte sin la "belleza de la forma, no creo, sin embargo, que esté dogmáticamente establecida la "forma de la belleza . 255 T A B A R É Inoculad el espíritu épico en un organismo literario her- moso, Y habréis realizado la epopeya. No existen epopeyas dramáticas? No se ha llamado epo- peya al Quijote, a La vida es sueño o a los cantos de Ossián? La epopeya no es una forma literaria; lo que la caracteriza es el agente que imprime movimiento e impone desenlace a la acción. Y lo maravilloso! Se me dice. Precisamente lo maravilloso en la epopeya es la desaparición de la voluntad humana como agente de la acción, a fin de que ésta sea movida por una fuerza superior. Y cuando la criatura desaparece, no hay término medio: tiene que aparecer el Creador. La encarnación de sus leyes misteriosas en los sucesos humanos, se llama creación épica. Los antiguos hablaban del liado. Por qué se habrá conservado la palabra sin sentido fatali- dad en los diccionarios de las lenguas cristianas? No me incumbe indicar, cómo están personificados estos principios en "Tabaré; Si él es acreedor a algo más que a la in- diferencia, la crítica lo dirá." Basta con lo dicho en cuanto al espíritu de la obra. En lo que se refiere a la forma, será digna de ser tenida en cuenta por la crítica la labor que he condensado, no ya en la estructura de la estrofa, pero sí en la de la frase, que he procu- rado arrancar al estudio de la lengua tupí, procurando desen- trañar el pensar y el sentir del indio de la índole del idioma, y buscando el medio de hacerlo hablar "tupí en castellano 256 J UAN ZORRI LLA DE SAN MARTÍ N "Sueño frío, cuerpo que fue tiempo de los soles largos, luna de fuego" con su claro significado de muerte, cadáver, verano, estrella", y cien otras que el mismo contexto indicará, son imágenes bellísimas indudablemente; pero que no son hijas de la inspiración del poeta, sino de una investigación laboriosa de la etimología de las voces guaraníticas con que el indio expresaba esas ideas. Mucho habría que decir sobre este punto, pero tampoco me incumbe hacerlo; ahí esta la obra. Lo que había de decir al respecta está o no en el poema y en cualquiera de los dos ca- sos holgaría en esta nota. Por la misma razón creo fuera de sazón toda observación sobre fauna, flora, filología, costumbres charrúas... etc. No soy yo quien debe decir si en éstas páginas se respiran o no las auras de la patria uruguaya; y si el poema es nacional; si sus árboles son nuestros árboles, sus rumores son nuestros rumores, sus alboradas y sus siestas y sus tardes, siestas y al- boradas de nuestra tierra incomparable: si el pájaro que canta, y la enredadera que trepa, y el río que corre, y la loma que despierta o se arropa en su neblina, y la estrella que tiembla en su luz, son o no nuestras lomas, y nuestras estrellas y nuestros cantos. Creo que he andado, al escribir esta obra, por sendas no holladas u holladas poco por plantas humanas. Oh, si lo fueran! No me es dado, sin vena pretensión, aspirar al título de creador; me daré por bien servido si consigo el de explorador medianamente afortunado. 257 T A B A R É CALA (Celtis Sellokiana). - Arbol acaso el más grande y común y característico de los bosques uruguayos: alcanza una
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