Podobne
 
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desenfundó su blaster -. Creo que ha pasado la hora del sigilo.
- Yo también lo creo - concluyó Keyan con seriedad.
- Vayamos a las pistas de aterrizaje - dijo Ender -. Si la tienen los imperiales la
encontraremos allí. ¡Vamos! Nikki...
- Dime, tío.
- Perdona por haberte llamado piojo, ¿eh?
- No pasa nada, tío - contestó Nikki con una gran sonrisa -. Ya te he dado una patada,
¿recuerdas?
Ender sonrió y asintió. Cogió a la niña en uno de sus brazos y los tres salieron de allí
corriendo.
Trobbo, el Hutt; señor de Noladshei, esperaba en su trono la llegada del capitán Krooz
y su escolta a través del largo patio que constituía su salón del trono. El largo trecho que
separaba las puertas de la sala del trono donde reposaba estaba pensado para intimidar a
los visitantes, que debían caminar un largo hasta llegar a su presencia sintiéndose
observados todo el rato por Trobbo y sus secuaces; pero el Hutt dudaba de que la
caminata tuviera el menor efecto sobre el oficial imperial.
Trobbo odiaba a los Imperiales y su maldita arrogancia. El Imperio jamás había osado
meter sus narices en este sector galáctico más de lo debido y eso le había ayudado a
levantar su organización sin interferencias. En los últimos meses, sin embargo, con la
traición del Almirante Harkov, la actividad imperial en el sector había disminuido aún más
al verse obligado el Imperio a desplazar sus fuerzas para proteger otros puntos más
valiosos. Sin embargo, parte de las fuerzas de Harkov se encontraban ocultas en las
Regiones Desconocidas y Krooz había aprovechado la situación para hacerse con el
control de Mom Pracei.
Desde allí, Krooz se había puesto en contacto con él para ofrecerle un trato: la Flota de
Harkov necesitaba ingentes cantidades de materia prima para cubrir sus necesidades de
quadanium para fabricar nuevas naves que llevar a la batalla y Noladshei era rico en
estos componentes. Krooz no podía permitirse montar una estación extractora en
Noladshei sin llamar la atención y ofreció a Trobbo la posibilidad de usar de uno de sus
cruceros interdictores, no apto para un combate en regla con la Flota Leal Imperial, a
cambió de cargamentos de mineral.
Trobbo aceptó. Mediante sus esclavos y androides, y empleando maquinaria imperial,
podían extraer los minerales sin apenas gastos; y mediante el crucero de interdicción
había conseguido saquear muchas naves de línea y mercantes haciéndose con un
sustancioso botín.
Sin embargo, la extracción de mineral no era todo lo rápida que a Krooz le gustaría y
sin duda ahora venía a recordárselo. Trobbo esperaba con curiosidad oír las amenazas
con las que el capitán imperial esperaba amedrentarle.
En lo alto de una gran balaustrada desde la que se dominaban varios de los patios
interiores que conformaban la guarida de Trobbo, Ender, Keyan y Nikki observaron llegar
al grupo formado por Krooz, Andras, Rai, Garth y dos soldados imperiales. Al llegar a una
intersección de caminos, el grupo se detuvo y una escuadra de soldados de asalto
imperiales apareció desde el interior de una arcada para unírseles. Krooz se dio la vuelta
y habló con Andras quien agarró a Rai por un brazo y se la llevó hacia la arcada por la
que había surgido la escuadra, seguido por los dos primeros soldados.
Keyan había presentido la presencia de su hermana y no se equivocó al guiarles hasta
allí. Cuando observó la rudeza con que aquel encapuchado trataba a su hermana, no
pudo evitar apretar los dientes y contuvo un impulso irresistible de saltar al patio y
enfrentarse a los imperiales.
Krooz y su escolta siguieron avanzando hasta perderse de vista debajo de los arcos
sobre los que se encontraban Ender y compañía. Andras desapareció también por la otra
arcada. Sin duda se dirigía a una lanzadera para subir a bordo del Destructor Estelar.
- ¡Tenemos que hacer algo, Ender! - dijo Keyan agarrando a Ender del brazo.
- Mmmm - musitó este.
Keyan no solía perder la calma, pero no estaba dispuesto a perder a su hermana por
segunda vez por culpa del Imperio.
- Voy a ir a rescatarla, Ender - dijo poniéndose en pie.
- ¡Siéntate, chico! - gruñó Ender mientras le agarraba de un brazo y detenía su
movimiento -. ¿No eres tú siempre el que me pide prudencia a mí?
Keyan asintió de mala gana y se sentó en cuclillas.
- Por desgracia - continuó Ender -, creo que no tenemos muchas alternativas. Nikki&
La pequeña dio un respingo al oír su nombre.
- ¿Sí, tío?
- Vamos a tener que salir de aquí muy deprisa porque va a haber mucho jaleo.
Necesitamos el Anaconda, pero no está aquí. Hay que llamarle y quiero que te encargues
de ello.
- ¿Yo? Pero&
Ender entregó un pequeño localizador a Nikki.
- Este localizador emite una secuencia codificada que activará el piloto automático del
Anaconda y lo guiará hasta aquí, pero necesita ser usado en su sitio despejado. ¿Ves
aquella torre de alta de allí? - añadió, señalando un alto pináculo que se alzaba al otro
lado del patio.
La pequeña asintió, un poco nerviosa. Keyan frunció el ceño: no le gustaba mucho la
idea, pero ¿qué otra cosa podían hacer? No podían arrastrar a la niña a un combate con
las tropas imperiales.
- Tienes que llegar a ella y llamar al Anaconda desde allí. Confío plenamente en ti,
Nikki. Sé que podrás hacerlo. Además, allí estarás a salvo durante la pelea y nos
reuniremos contigo. ¿Te crees capaz de hacerlo?
Nikki asintió, mirando al suelo; el emisor en su mano. La pequeña temblaba un poco.
- ¿Tienes miedo? - preguntó Ender sonriendo.
- N& no - contestó la pequeña sin atreverse a mirarle a la cara.
- No hay nada malo en tener miedo, Nikki - dijo Ender -. Yo mismo he tenido miedo a
veces. El verdadero valor consiste en saber superar el propio miedo, y tú eres una niña
valiente.
Nikki permaneció callada unos instantes y acabó diciendo:
- Bueno& un poco de miedo sí que tengo.
Ender sonrió aún más y le revolvió los cabellos con la mano.
- Pero deberás esconderte bien para que no te capturen de nuevo.
- Tengo una idea para eso - dijo Keyan -. Quítate la capa, Ender.
- ¿Qué pretendes?
- Tú quítatela.
Ender obedeció. Keyan cogió la capa y se la puso a Nikki cubriéndole la cabeza con la
capucha. Luego tomó con una mano el exceso de tela y lo desgarró arrojándolo al suelo.
- ¿Qué te parece? - preguntó - ¡Aquí tenemos a un inofensivo Jawa que podrá colarse
en cualquier parte sin ser molestado!
Ender abrió mucho los ojos y luego torció el gesto.
- No sé - terminó diciendo -. Es una idea tan estúpida que puede que funcione.
- Gracias - contestó Keyan sonriendo.
- Bueno, Nikki - dijo Ender poniendo las manos en los hombros de la pequeña -.
Dependemos de ti. ¡Corre y mucha suerte!
- Sí, tío. ¡Hasta luego!
La pequeña se alejó corriendo pero sin darse demasiada prisa. Después de dar unas
docenas de pasos, se detuvo y se dio la vuelta para mirar a Ender y a Keyan. Este último
hizo un gesto de despedida con la mano. Nikki volvió a darse la vuelta y se marchó
corriendo por un pasillo.
- No me gusta mucho esto, Ender - dijo Keyan mientras la observaba alejarse.
- A mi tampoco, pero la alejará de los tiros.
- ¿Qué has pensado?
- Ve tras Rai. Alcanza a esos tipos y rescátala.
- ¿ Rescátala ? Y tú, ¿qué vas a hacer?
- Necesitaras cobertura. Voy a crear una distracción que garantice que te dejarán en
paz.
- Oh, oh& [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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